‎"-Basta, basta, basta-crichaba yo sin parar-.Paren eso, grasños bastardos, que ya no aguanto.- Hermanos, era el dÃa siguiente, y ya habÃa hecho de veras lo posible por la mañana y la tarde, siguiéndoles el juego, sentado en esa silla de tortura como un málchico joroschó amable y bien dispuesto, mientras pasaban en la pantalla sucias escenas de ultraviolencia, y yo tenÃa los glasos bien abiertos para videarlo todo, y el ploto, las rucas y las nogas atados al sillón, de modo que no podÃa moverme
- N.M-