¡Sé juiciosa, Ariadna!...
tú Tienes orejas pequeñas, tú tienes mis orejas:
¡pon en ellas una palabra juiciosa!
¿No hay que odiarse primero, si se ha de amarse?...
Yo soy tu laberinto...
Soy parte de las repeticiones y los ecos del tiempo y la historia.
Soy Ariadna en Náxos.
Soy la corona Borealis en el universo.
Soy el lamento de Nietzsche.
Soy Ariadna enloquecida.
Me estremezco tendida sobre la tierra. Una y otra vez.
Soy la esposa de Dionisio