"...Y esa primera noche en aquel pequeño paraÃso fétido, hubo momentos en que réce para que, a pesar de tdo mi secreto poder, pudiera sentirme de algún modo igual a cualquier hombre mortal. Tal vez no fuera el exótico marginado que habÃa imaginado ser, sino sólo una difusa magnificación de cualquier alma humana.
Viejas verdades y magias antiguas, revoluciones e inventos, todo conspira para distraernos de la pasión que, de un modo u otro, nos vence a todos.
Y, cansados por fin de esta complejidad, soñamos con el tiempo lejano en que nos sentábamos del regazo de nuestra madre y cada beso era la consumación perfecta del deseo.
¿Qué podemos hacer sino extender las manos para e