Ennoblecer de tristeza La ignominia de vivir; Tan solo cuando al morir, Murió en faz del señor Arrojo su dolor Como se arroja una cruz Mostró en su frente la luz De un relámpago de amor
Entré sin hacer ruido.
El corazón libraba su propia batalla.
Latido a latido,
las fuerzas me abandonaron,
y el cuerpo cayó rendido.
Pero la curiosidad, incansable batalladora
sigió su eterno camino
y, sin ser visto, asistÃ
a amores perdidos en la memoria
de los que hoy estar aquÃ.
También vi fantasmas llevando
mensajes de esperanza.
Palabras precisas que, al ser recordadas,
aún se clavan como lanzas.
Y, desde entonces, continuo buscando
la frontera de deformado cristal
que separa