A los cinco años aprendà a manejar bicicleta y al dÃa siguiente ya comenzaba a desarmarla intentando romper las barreras para desear llevar las imágenes del televisor y convertir ése velocÃpedo en alguno de esos animes venidos de aquel mundo lejano llamado Seibertron, esa magia enriqueció mi vida. El juego convertÃa el sueño en vida y la vida en sueño y ponÃa al alcance del niño que era yo, el universo de la imaginación.
Está claro que no logre desarrollar hasta estos tiempos la manera de romper tales barreras pero también es evidente que al reflexionar sobre lo conceguido inevitablemente te asalte un muy humano egocentrismo que te lleva a concentrar la mayor parte del mé