Confieso que soy un hombre de fe y convicciones, con errores y defectos, como todos los seres humanos. En lo espiritual profeso el amor al prójimo pero, también, y con la misma devoción, respeto a quienes mantienen otras creencias y a los libres pensadores.
No lucho por la ambición al poder sino por ideales y principios, y estoy consciente que la transformación de México no depende de un solo hombre, sino de la participación de mujeres y hombres que, como ustedes, han decidido tomar el destino del paÃs en sus manos.