Y mientras la ambición personal está considerada por todos los moralistas como indeseable, sólo los más avanzados teocéntricos han percibido lo pernicioso de la ambición vicaria por una secta, nación o persona. A la inmensa mayorÃa de la humanidad, tal ambición le parece enteramente loable. Esto es lo que la hace tan peculiarmente peligrosa en los hombres de buena voluntad, aun en los aspirantes a la santidad, tales como nuestro capuchino.