Mis oÃdos captan cada vez menos las conversaciones, mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables. Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas en telas ligeras. A cada una la observo por separado, sus traseros y sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno. Viejo verde, ya serÃa tiempo de que te fueras a la tumba en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes. No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho, ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado de la imaginación erótica. No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo, y ellas son como el signo de una relación extática. No es mi culpa que asà estemos constituidos: la