Feliz tú, que honras al Señor y le eres obediente. Comeras del fruto de tu trabajo, serás feliz y te ira bien... (Sal 128, 1-2)
Deja todas tus cargas, angustias, temores sobre Dios.
Deja que su paz, su amor caigan sobre ti como lluvia.
Déjate empapar, por el amor de Él.