Si pudiera desbordar el rÃo de fantasmas y sirenas que llevo en mi interior, descansarÃa el ansia desmedida de dar un brinco a lo absoluto. Definirme, como dirÃa Nietzsche; " El gran brincador de montañas"...Pero ese escaso deseo me ha transformado en un fantasma, que sólo ve su rostro por las noches y lanza carcajadas en mañanas de cielos fermentados. Si digo que he visto esas escenas, no es cierto. Ya no queda más que lanzarme convencido al abismo del desconvencimiento adonde no sobrevive el alma, sólo se ven algunos restos de dios y una que otra miseria de las humanas. Qué más serÃa suficiente para mi que en un afán de libertad devolviera risotadas a la gente que grita y lamen