Pasé los siguientes seis años de mi vida en una actitud bastante escéptica en relación a todo lo que tuviese que ver con el área mÃstica. En este exilio espiritual aprendà muchas cosas importantes: que sólo aceptamos una verdad cuando previamente la negamos desde el fondo del alma; que no debemos huir de nuestro propio destino, y que la mano de Dios es infinitamente generosa, a pesar de Su rigor.