—Los católicos me ponen nervioso –dije–, porque juegan sucio.
—¿Y los protestantes? –preguntó riendo.
—Me irritan con su manoseo de las conciencias.
—¿Y los ateos? –seguÃa riéndose.
—Me aburren, porque siempre hablan de Dios.
—¿Y qué es usted, pues?
—Soy un payaso –dije–, de momento, superior a mi fama…