Nuestra participación en la vida de la Iglesia nos ha deparado momentos muy felices, en los cuales compartir la fe con nuestros amigos era revivir el calor de la presencia de Cristo, como en las primeras comunidades cristianas; era como entrar en sintonÃa con el mismo sentimiento existencial de Juan con su Maestro (1Jn 1, 1-4): Lo anuncia porque lo conoce y porque lo conoce desea que todos estén en comunión con El para que su felicidad sea completa. Del llamado personal y la experiencia comunitaria (Medellin 8,10), surgió el deseo de vivir con radicalidad nuestro bautismo, formando una comunidad de amigos –ya que la amistad es un medio de santificación- como respuesta a una preocupa