En los confines de la oscuridad, la Diosa Lumen vagaba sin destino. Más en una ocasión, en la infinita distancia logró ver un punto de luz. Desde ese momento, se convenció en que debÃa de acercarse y develar la procedencia de esa misteriosa nitidez.
El tiempo pasó eterno y con él nació el deseo. Del deseo, nació el afecto. El cariño de la Diosa Lumen por una fuerza cósmica que desconocÃa pero sentÃa vibrar en su atmósfera.
De la felicidad y anhelo pasó a la tristeza por su espera interminable. De la tristeza a la desesperanza y fue entonces, con el ultimo suspiro de fe, cuando ocurrió el encuentro, el eclipse de amor.
El Dios Solis, se impuso a la claridad de la Diosa Lume