«Aquà yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió en la gracia de Dios.»
El muerto leyó también lo que habÃa escrito en la lápida. Luego cogió una piedra del sendero, una piedra pequeña y puntiaguda, y empezó a rascar las letras con sumo cuidado. Las borró lentamente, y con las cuencas de sus ojos contempló el lugar donde habÃan estado grabadas. A continuación, con la punta del hueso de lo que habÃa sido su dedo Ãndice, escribió en letras luminosas, como las lÃneas que los chiquillos trazan en las paredes con una piedra de fósforo:
«Aquà yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un