YO QUE JUGU AL RUGBY CADA TARDE DE SBADO GRIS Y PLOMIZO. TARDES DE ACEITE VERDE, MORETONES, ESFUERZO, Y SUDOR. AN HUELO EL VERDE DEL CSPED Y MI MENTE SE PIERDE EN MIL RECUERDOS.
S辿 que pronto mis piernas tal vez ya no quieran tantas salidas de tercera, a pesar que mi cabeza siga buscando la cadera del n炭mero uno. Del rugby aprend鱈 una valiosa liturgia, 炭til bagaje para el resto de la vida cotidiana: Aprend鱈 que quince empujan mas que uno, pero si si uno no empuja, el resto lo nota.
Aprend鱈 a callar, a bajar la cabeza con respeto sin sentirme menos que nadie, a ser honesto, y vaciarme para quedarme lleno. A comprender que por el simple hecho de formar en c鱈rculo, abrazando a