Sin hijo que me espere como a Ulises, sin taca que aguarde y sin Pen辿lope.
Herida con mi misma flecha, ahorcada con mi misma cuerda, verduga de m鱈 misma, busqu辿 la carga m叩s pesada, y me encontr辿 a m鱈 misma, y no s辿 ya como librarme de m鱈.
Compa単era, estoy pensando, que morir nada nos cuesta, que puede un golpe de plomo, igual que un golpe de seda, romper tu pecho y el m鱈o, esta noche, Compa単era.
A la muerte le gusta, s炭bitamente, que le hablen en franc辿s.
A post辿ri, l卒 ardua sentenza.
Y por o鱈rte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, tr辿mula, argentina, obstinada,
cu叩ntas veces entregar鱈a este coro de sombras que poseo,
y