Hubo una época en mi vida no hace mucho tiempo en la que podía llegar a un café y simplemente hacer lo que quería, escribir junto a una taza de café. En esta situación me puedo permitir el precioso e irreemplazable lujo de equivocarme, de arriesgarme, de rendirme. Lo amaba y ahora que lo he perdido lo echo de menos. Lo único que estoy haciendo es reclamarlo.