Caà ardiendo en el fuego candente, hundiéndome en las profundidades del abismo. Un dolor indescriptible, una agonÃa incesante. El tiempo se habÃa detenido. Sólo quedaba la tortura y un odio enfermizo hacia la hipocresÃa que me condenaba a este infierno.
Transcurrió una eternidad y mi tormento amainó, rescatándome del precipicio de la locura. La caÃda me habÃa destruido pero… ¡estaba vivo!