Creer en el niño como un ser humano limpio y puro, nacido para crecer como espiga vertical en busca de luz, virtud y dignidad. El niño al nacer no es bueno ni malo, no nace con pecado original, lo bueno o lo malo se lo enseñamos nosotros, lo limpio o lo sucio se lo damos nosotros, lo puro o, impuro se lo proporcionamos nosotros.
Educar al ser humano para la vida, para sentirla buena y bella, para vivirla serenamente, con la dignidad que corresponde al hombre.
Educarlo para que su vida sea fuente de luz espiritual, para ser compañero y hermano del hombre, para ser y sentirse libre.
Educarlo en el trabajo, no como castigo, sino como actividad creadora, hermosa y noble.
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