Si abres tu alma a Dios, te fortalecerá su fuerza y tu sensibilidad y tu cuerpo estarán en tus manos, puesto que tus manos estarán entre las suyas.
Si no acoges al Padre te mutilas, eres hombre inacabado, truncado, decapitado, ya que el hombre completo, en el pensamiento eterno del Padre es el hombre de pie y divinizado.