LA SALVAJE ESPERANZA
Eramos dioses y nos volvieron esclavos.
Eramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata.
Eramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Eramos felices y nos civilizaron.
Quién refrescará la memoria de la tribu.
Quién revivirá nuestros dioses.
Que la salvaje esperanza sea siempre tuya,
querida alma inamansable.
Gonzalo Arango
La Destrucción
A mis costados, sin cesar, se agita el Demonio; flota alrededor mÃo como
un aire impalpable; lo aspiro y siento que abrasa mis pulmones y los llena de un
deseo eterno y culpable.
A veces toma (conoce mi gran amor por el Arte) la forma de la más seductora
de las mujeres y, b