Humildad y sencillez son también bienaventuranza, porque preparan para recibir el reino de los cielos. Los pobres son dichosos y se alegran con la promesa y la bondad del Señor. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, y ha escondido estas cosas a los que se creen sabios y entendidos, revelándolas, en cambio a la gente sencilla.