A mis 52 años ya sólo deseo ver que, al igual que yo, mis hijas realicen sus sueños porque estoy convencido totalmente que la vida es precisamente eso: un sueño que se alimenta de sueños.
En fin; busco la paz interna y sólo deseo para el resto de mi vida (como dijo un sabio tibetano), vivir y morir sin remordimientos.