Mi tumba es un lugar cambiante. En ocasiones la encuentro cálida, mullida; un refugio a prueba de toda inclemencia del exterior. Otras, las más de las veces, se convierte en un pozo frÃo, lúgubre, de oscuridad sin fondo, que roba el aliento. Dentro de este abismo, los ojos no sirven de nada, y los oÃdos sueñan voces azules. Una de ellas, la mÃa, intenta destacarse, servir de guÃa, pero confieso que resulta difÃcil poder distinguirla. Entre ecos, susurros, ensoñaciones y recuerdos que cruzan esta oscuridad, el tiempo se desgasta, y olvido, por momentos, cómo mi tumba se corroe en su fricción hostil con el mundo. ¿No es esta negritud interna un universo aparte? ¿No nacen estrella