Aquella era una frÃa mañana de invierno, lluviosa y con niebla, algo que no era en absoluto extraño de la costa inglesa. Todo se habÃa sumido en un enorme silencio, ahora solo podÃa oÃr el tremendo silbido del viento. Pero, de repente, todo el silencio se esfumó, y la voz aguda de mi madre era lo único que podÃa oÃr; chillando, posiblemente a alguien desconocido para mÃ.
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