Cuando era niño, a la edad de 7 u 8 años adquirà la habilidad de desaparecer por periodos cada vez más largos, comenzaron a ser de dos horas hasta llegar a seis.
Esas desapariciones no tenÃan nada que ver ni con el tiempo, ni con la situación geográfica como le sucede al Guadiana y menos aun con mi salud mental.
Aunque ahora que lo recuerdo mi madre me decÃa a menudo que yo la cabeza no la tenÃa muy bien.
A lo que Ãbamos, la culpa de mis desapariciones era de un señor que pasaba por mi calle con un montón de papeles y un enorme cartel anunciando la pelÃcula de la semana.
Para mi era como si pasase el flautista de HamelÃn y yo fuese un pequeño ratón sin voluntad propia.
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