Vamos entonces, tu y yo, cuando el atardecer se extiende contra el cielo como un paciente anestesiado sobre una mesa; vamos, por ciertas calles medio desiertas, los murmurantes refugios de noches sin descanso en baratos hoteles y restaurantes con aserrín y conchas de ostras: Calles que se prolongan como una tediosa discusión de intención engañosa llevándote a un abrumador interrogante...Ah, no preguntes, “¿Qué es eso?” Vamos a hacer nuestra visita.
En el cuarto las mujeres vienen y van hablando de Miguel Ángel.
La niebla amarilla que restriega su lomo sobre los cristales de las ventanas, el humo amarillo que frota su hocico sobre las vidrieras lamió con su le
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