Para cuando sobrevenga
el final improvisado
no quedará más que un
" resÃgnese hermano "
para pagar
la entrada a la eternidad,
o a la nada
que nos espere.
Nos quedarán solo
los músculos cansados, solo
los labios cansados, solo
las manos cansadas, solo
los dedos cansados, solo
para justificar
esta ausencia de existencia
que nunca nos cansamos
de dar por sobreentendida
presente, mediocre
e irónicamente
especial y eterna.
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