También habÃa una chica de cabello muy oscuro y cortito, tan corto que parecÃa un chico. El corte de pelo no era desenfadado y juvenil, sino que daba la impresión de habérselo hecho con una navaja de afeitar como mejor le habÃa parecido. El uniforme, dos tallas más grande, le colgaba de los hombros. Era como si la gente se apartara de ella, como si los repeliera un campo de energÃa. Como si fuera invisible. Le habÃan colgado el sambenito de insignificante incluso antes de la primera clase.
¿Que cómo podÃa estar segura? Pues porque también me habÃa ocurrido a mÃ. Estaba atrapada en la periferia de la multitud, apabullada por el barullo, intimidada por el vestÃbulo de piedra y