Acostumbro, de vez en cuando, mirarme al espejo hasta que soy incapaz de reconocerme. Este ejercicio solo dura algunos segundos, puntualmente es interrumpido por un pequeño pánico que me regresa a mà mismo ¿Soy yo? ¿Éste? ¿El de ahà (aquÃ)? Y el reflejo se vuelve a transformar gradualmente en otro, uno que no reconozco, mis facciones mutan, se mueven, se emborronan para regresar ligeramente desplazadas con el único afán de hacerme olvidar como era yo hace apenas un segundo, confundirme (fundirme) en otro, el otro. Luego el terror—de súbito, y estoy aquà de nuevo (¿ahÃ?), me reconozco, regreso.