Llegados los 50, infarto de miocardio incluido, uno llega a la convicción de que hay que tratar de ser una buena persona en primer lugar, en segundo rodearse de aquellas que te quieren, que te aprecian, que seguramente no te harán más daño, las demás... al carajo con ellas, sin excepciones, en cualquier disgusto te vas al otro barrio y si te he visto no me acuerdo...
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