Éranse una vez Candy y Dan. Todo era muy acalorado aquel año. La cera se derretÃa en los árboles. Él se subÃa a los balcones, se subÃa a todo, hacÃa lo que fuera por ella. Pobre Danny.
Miles de pajarillos adornaban su cabello. Todo era dorado.
Una noche, la cama ardió. Él era guapo, y un delincuente muy bueno. VivÃamos a base de sol y chocolate. La tarde era de un placer extravagante. Danny el intrépido. Candy se perdió.
Los últimos rayos de sol del dÃa cruzaban como tiburones.
Esta vez quiero probarlo a tu manera. Irrumpiste en mi vida y me gustó. Nos revolcamos en el fango de nuestra felicidad.
Yo estaba empapada de rendición. Entonces hubo una separación de las cosa