No quiero discutir contigo, me ofende tu palabrerÃa insensata. Tus razonamientos huelen a sexo. No puedo arruinar mi vida mirándote en un espejo, pavoneando tu frivolidad por mi alma, manoseando mi angustia.
Tu insensibilidad al dolor es otro sÃntoma de tu vacuidad desalmada.
Desde que te conozco has querido embrujarme con tu malsana sexualidad, hechizar mi alma, perderme en el abismo de tu cuerpo, cautivarme en tu laboratorio de nimiedades y caprichos.
El único sueño de tu vida es dormir acompañado. Ahà termina tu espiritualidad, en la vaca. Ni eso, serÃa elogiarte. Al menos la vaca cuando llena sus panzas se da el lujo de rumiar sus impensados asombros en la soledad de la