La más grande de todas las virtudes que persigo es la serenidad
Siempre me han preguntado cómo llegué al teatro y no es asunto fácil de responder, busco la causa y al azar siempre aparece atravesado. No fui niño prodigio, ni pasaba por mi mente ser actor, quería ser sacerdote. Mi niñez la pasé remontado cerca del cerro de Santiago, donde no había luz eléctrica, por lo tanto tampoco TV, sólo nos acompañaba un viejo radio de pilas dónde “Porfirio Cadena”, “Kalimán” y “chucho el roto” eran las radionovelas que iniciaron mi fervor por la ficción.
Mi primer encuentro con el teatro fue a los 16 años cumplidos cuando ingresé a la preparatoria de la UAZ; un día