Su figura de sol se esfuma, mis versos ya no se entreveran, la astuta luz del dÃa se ha llevado su sombra. En los rebordes de su boca me reconocÃa. Los finos pliegues de tanto practicar el a veces fortuito sacrificio del beso, el arco iris que acompaña los destellos de sol sobre su cabello, que es fino y no es de oro...
Sus ojos rechazaban la vana figura de los amantes, respiraba alma y resignaba versos perfectos con sus palabras, que cual remolino todo lo envolvÃa, pacÃfico remolino audaz, metódico y calculado pero irreversible y avasallante, lenta furia que invadÃa toda mirada que se contagiara con la suya, muerte constante, instantánea del ser, todo el espejo se iluminaba con su