Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde. El dÃa
no queriendo morir, con garras de oro,
de los acantilados se prendÃa.
Pero su seno el mar alzó potente
y el sol al fin como en soberbio lecho
hundió en sollozos su dorada frente
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada:
el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar en nada.
We’ve updated our privacy policy so that we are compliant with changing global privacy regulations and to provide you with insight into the limited ways in which we use your data.
You can read the details below. By accepting, you agree to the updated privacy policy.