El tiempo es un bálsamo poderoso que atenúa los sentimientos. Los desdibuja, los tamiza. Sólo quedan los recuerdos -los buenos recuerdos- los que se manifiestan con una sonrisa, con nostalgia y con ternura.
El sufrimiento palidece y el alma, aunque parezca un despropósito, se enriquece.