MartÃn, tus botellas llenas de anguilas muertas se me atoran todos los dÃas en la garganta, han llegado, pero no sé si esperabas que las dejara libres sepultándolas en el jardÃn que siempre me viste regar y que terminaste por estropear porque tus ojos ya no veÃan lo mismo, diste más de tres pasos y eso no era lo que habÃamos ensayado, y mientras tanto sigues en el ring de tres esquinas allá en ese cráter que tanto te lastima la espalda.
-HABLA LA LOCURA
Sean cuales fueren las habladurÃas que
el mundo propale respecto a mÃ, (pues
no ignoro la mala fama de que goza la
Locura, aún entre los más locos), no es
menos cierto que soy yo, sÃ, yo sola,
quien deten