Súbitamente abrió los ojos, aterrado saltó del colchón como si en ello le fuera la vida, en su mente aún retumbaban aquellas palabras ominosas. TodavÃa arrodillado en el piso, temblando y al borde del llanto, se llevó las manos al rostro, como temiendo no encontrarse. Después de un minucioso análisis de cada una de las hendiduras de su cara se sentó sobre la cama respirando agitadamente. El fuerte aleteo y canto del gallo le sobresaltó una vez más, aunque con menor intensidad, a fin de cuentas sabÃa que estaba completamente solo.