Gracias Señor por salvarme cuando estaba ciego, prisionero y angustiado. Tu me llamaste y tuviste misericordia de mÃ. Por ese milagro y muchos más, sé que tu estás en mÃ, ahora, y más allá de mis pensamientos.
Ahora veo con paz mi pasado, no para llorar por mis errores, sino para reconocer la ceguera espiritual en que me encontraba, pero que tu alumbrastes poniendo en mi ser arrepentimiento y redimiédome con el perdón de mis pecados. Me diste también capacidad de perdonar a otros, pedir perdón y perdonarme a mà mismo.
Gracias, porque en mi caminar de tu mano, nunca me abandonaste. Pusiste el dedo sobre mis llagas para que a través del dolor de mis heridas tuviera que enfrenta