"Nuestros oidos, acostumbrados desde los primeros años a escuchar relatos falaces y nuestros cerebros, imbuidos por prejuicios milenarios, nos han hecho aceptar extravagancias y falsedades como verdades eternas e inmutables. Creo que el Dios del Cosmos, de las galaxias y de la luz, de las brillantes estrellas y los parpadeantes luceros, del dÃa y de la noche, de la belleza y el amor, de la poesÃa y la música, de las flores y la bondad, no necesita de la sangre ni de las vÃsceras de descuartizados rumiantes"...
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