No es que a veces me olvide,
sólo que hoy te recuerdo más,
y no resisto a la vieja costumbre de saludarte;
decirte por ejemplo que aquà estoy,
con mis castillos de arena intactos
(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);
con una hija que crece como el abrazo
que guardo en el pecho desde aquel dÃa;
que nadie ha borrado tu nombre
y sigue habiendo una silla
en algun cafe que compartimos.
(Si alguien dijera que no estás, ¿qué probarÃa?
Puede más tu voz, como una herida que no tiene cura).
Para cuando vuelvas
-en un cuarto del mundo-
se encenderá otra vez la mesa
para reanudar la charla que dejamos inconclusa:
ambos nos miraremos desde ventanas abiertas.
No falt