Tengo un reproche que hacerle al mundo.
Lo culpo por haber desatado sobre mÃ
toda la furia de este mal incurable,
de esta patologÃa del espÃritu:
El doble don de la sensibilidad suficiente
para apreciar las cosas buenas y sencillas,
y la absoluta incapacidad para disfrutar de ellas.
No es la mala vida la que me mata, no;
es la vida toda
y mi conciencia extrema de ella
-vislumbre de la muerte.
Primero maldigo. Luego
reclamo un poco de atención:
Dimito como ser humano.
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