La tristeza, el dolor del alma y la melancol鱈a inevitablemente forman parte de nuestra humanidad y enriquecen nuestra existencia en cuanto a las dimensiones del padecimiento, pero tambi辿n en cuanto a la realidad de nuestra vulnerabilidad, de nuestras necesidades en ocasiones aparentemente infantiles y de nuestra soledad, odiada en lo m叩s profundo. A menudo nuestro sufrimiento interior se encuentra en contradicci坦n con los ideales y rasgos esenciales a los que aspiramos, mediante los cuales definimos nuestra identidad. La virilidad, el rigor impuesto y la disciplina, el mantener forzosamente la actitud, el orgullo, el honor espec鱈fico del g辿nero o la imagen del lobo solitario que no dep
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