Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro. Es evidente que me concedió una tregua. Al principio, me resistà a creer que eso pudiera ser la felicidad. Me resistà con todas mis fuerzas, después me di por vencido y lo creÃ. Pero no era la felicidad, era solo una tregua. Ahora estoy otra vez metido en mi destino. Y es más oscuro que antes, mucho más.
(La Tregua. M. Benedetti)