Condenado quedaba empero a mayor despecho, toda vez que habÃan de atormentarle el recuerdo de la felicidad
perdida y el interminable dolor presente. Dirige en torno funestas miradas que revelan inmensa pena
y profunda consternación, no menos que su tenaz orgullo y el odio más implacable; y abarcando cuanto a
los ojos de los ángeles es posible contempla aquel lugar, desierto y sombrÃo, aquel antro horrible cerrado
por todas partes y encendido como un gran horno. Pero sus llamas no prestan luz y las tinieblas ofrecen
cuanto es bastante para descubrir cuadros de dolor, tristÃsimas regiones, lúgubre oscuridad, donde la paz y
el reposo no pueden morar jamás, donde no llega ni aún la espe