Mi corazón, un dÃa, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
QuerÃa aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un dÃa, silenció su latido,
y en plena lozanÃa se sintió envejecer;
Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un dÃa, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
Subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un dÃa, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
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