con un corazón colmado de vida y cegado por la tormenta contaminante de humanos, me acerqué al vacío y no lo pensé demasiado, salté sin paracaídas... mirando fijo el suelo mientras caía escuché una voz que me recomendó como debía caer. ¿Me enseñaba a caer?, entonces quien me habló en ese momento quería que pudiese arrojarme siempre al vacío, aún así le agradezco el enseñarme a caer.
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