A veces pienso que el mundo nos somete a las más duras pruebas, y eso hace que nos repleguemos en nosotros mismos y nos contemplemos con horror. Pero eso no es lo peor. Pensamos que todo el mundo puede ver dentro de nosotros. Cuando esto ocurre, la inmundicia es doblemente repugnante, y la pureza se nos muestra blanca y resplandeciente.